jueves, 28 de febrero de 2013

"Sarah se acerca y toma al chico de las manos. la diferencia de altura entre ellos es grande, pero no forman una pareja desequilibrada; muy al contrario, sus diferencias parecen complementarse, encajar como las piezas de un puzle. Instintivamente, Sarah echa un vistazo a su alrededor, queriendo comprobar que aún están solos, que no hay testigos, y entonces se besan. Es, en principio, un beso tímido, suave, casi etéreo. Pero pronto los labios se humedecen, y la carne se hace carne y la piel se hace piel. Se abrazan con fuerza, en un fugaz impulso de desesperación. Y el beso, y el abrazo, es largo e intenso. Cuando sus bocas se separan, cuando una pequeña parcela de aire acampa entre ellos, se miran. Y en sus ojos hay deseo y determinación. Cogidos de la mano salen de la habitación, y tras bajar dos tramos de escaleras, buscan un refugio, un oasis, un nido en el destartalado trastero abandonado, en el sillón polvoriento y ajado, en el que han tenido su paraíso particular"

"Poco a poco, la tarde se escapa entre los dedos y la noche coloniza. Los días son cada vez más cortos, el sol es cada vez más tímido, y sus rayos se debilitan, dejando el aire frío, y espero, como una embajada del invierno que se acerca. El sucio trastero, Joel y Sarah se besan, exhaustos y sudorosos.
-Te amo. Te amaré siempre -susurra ella al oído de él.
-Te amo yo también, pase lo que pase.
-Eres mi vida, mi corazón y mi cuerpo. Nunca me separarán de ti. Ni el odio ni la crueldad ni la muerte serán capaces de hacerlo. Has echado tus raíces en mi alma y nadie podrá jamás arrancarlas.
Se besan otra vez, largamente. 
Se visten en silencio, y cogidos de la mano, no importa quién pueda verlos, suben las escaleras de vuelta a casa, a ese pequeño y frágil hogar donde el amor calienta más que cualquier otro combustible"

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