martes, 25 de diciembre de 2012

Por un lado, no podían amarse más de lo que ya lo hacían y por otro, sus sentimientos los ahogaba.
Como un juego de ajedrez, donde no esperas el próximo movimiento y debes saber afrontarlo, sin más.
Como la lluvia que empieza cuando menos te lo esperas.
Debían olvidar, dejarlo todo atrás, fingir que ya no queda nada. Arrastrarse hacia el pozo del olvido aún queriendo hacerlo. ¿Cuántas veces lo habían intentado ya? Quizás era más fácil luchar por no sentir nada.
Se ahogaban y se mantenían a flote a la vez, pues una fuerza muy grande los mantenía con vida, su amor.
Hay algo mucho más eterno que el universo, algo que jamás llegará a desaparecer, algo que permanecerá siempre.
Los sentimientos. No importa de qué tipo sean, ni por quién. Esos sentimientos que hemos sentido en un momento de nuestra vida permanecen ahí, enterrados, pero ahí. Si alguna vez quisiéramos sacarlos a la luz de nuevo podríamos hacerlo, pues nunca desaparecerán.
Todos los sentimientos se quedan dentro de nosotros, y nos hacen ser como somos.
Todo lo que hemos sentido, permanece eterno.
El olvido no existe, es sólo una concepción que tenemos preconcebida. No existe un olvido completo, un vacío donde vayan a parar todos esos sentimientos que creemos haber sacado de nuestro interior.
Si no hubiera sentido todo aquello antes, no podría sentir lo que siento ahora. Todo lo que antes enterramos, alimenta lo que ahora mostramos.
Ya estoy cansada de luchar contra lo que siento, de pensar: es más fácil dejarlo marchar, es lo más fácil, miéntete y di a tu reflejo ante el espejo que serás más feliz. 
Ya estoy cansada de escuchar los pensamientos ajenos que me gritan, que me rinda a lo fácil, que deje de ir a por lo difícil, que ame a alguien que se encuentre tan cerca que no me deje ni respirar. Pero no puedo hacer eso, no puedo engañarme y rendirme al entierro de mis sentimientos, no puedo engañarme, sigues siendo tú.

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